Capitulo 02. Un Nuevo Mundo


ALMAS SILENCIOSAS

ESSENCES
Capitulo 02. Un Nuevo Mundo

‹‹ La vida de una persona cambia de un día para otro. A mí me pasó, en un principio creí que las mujeres lo eran todo en esta vida, pero creo que el mundo en el que estoy, es mucho mejor. ››

2002 Osaka, Japón
El tiempo no se detiene ni espera a nadie en el camino. Así lo supo Tatsuya con el transcurrir de cinco largos años. Desde la partida de Ian, no volvió a acercarse a nadie más, volvió a la burbuja de donde, su mente, le repetía que nunca debió salir.
La partida del pelinegro había traído diferentes circunstancias, además de haberle enseñado el significado de amistad, protección y cariño, le mostró el sentimiento del amor hacia otra persona.
Ahora, sentado en su pupitre, se encontraba recargado en el ventanal que se encontraba a su costado izquierdo al tiempo que observaba a la distancia a sus compañeros de clase.
Le era desesperante observar la manera en que se amontonaban alrededor de Hiroshi. Parecían animales en espera de una presa. Le molestaba que su hermano se creyera el merecedor de todo a su alrededor. En cambio, él no podía decir lo mismo. A su alrededor solo se sentaban cuando era horario de clases, fuera de eso, siempre se dispersaban en todas las direcciones.
Volvió la vista hacia la ventana. Le encantaba observarlos, sus traseros, sus piernas, sus labios. En ocasiones le tocaba ver, desde su posición, cuando una pareja se enrollaba sexualmente. Aunque decir verdad, era asqueroso observar como las niñas se aprovechaban de aquella sensibilidad de los hombres por el sexo.
―“Ha! Que asqueroso, otra vez me tocó la peor posición”― pensó al observar como la chica se encontraba encima de aquel chico. El desagrado llegó solo para que volteara de nuevo empezando a garabatear en su cuaderno la tarea que desde hace unos minutos estaba en el pizarrón apuntado.
Si, podemos decir que desde que se fue Ian Kotetsu, Tatsuya Inao empezó a fijarse en los hombres. Desde un punto simplemente físico porque la realidad es que le desagradaban hasta cierto punto las mujeres.
El timbre del descanso volvió a hacerse presente. Era el segundo en el día y necesitaba estirar las piernas un poco. Tomó sus cosas y con mochila al hombro salió del lugar por la puerta trasera, entrada donde no se encontraba aquella bola de gente insinuándose descaradamente sobre Hiroshi.
En todo este tiempo, Tatsuya había cambiado demasiado. Antes era un niño delgado pero débil, su cabello castaño corto y alborotado, sus ojos castaños siempre rojos y con ojeras, pero sobre todo, sus labios partidos.
En cinco años transcurridos, ahora su cabellera le llegaba al hombro, lacio, brillante y hermoso. Sus ojos no eran más opacos, ahora eran brillantes, las ojeras desaparecieron, así como las lágrimas. Sus labios siempre lastimados ahora se mostraban delgados, finos y suaves.
Tatsuya se había convertido en un chico modelo para quien lo viera, no obstante, Hiroshi siempre tenía la manía de asustar a los que se atrevieran a hablarle.
Empezó a caminar sobre los pasillos, siempre con la mirada al piso. Tatsuya, además del cambio físico, también había cambiado en su carácter. Si bien era que siempre lloraba, era débil, ahora se había convertido en un muchacho frío y solitario, se podría describir como introvertido.
Al pasar, los chicos lo miraban, pero no con admiración de su buen físico, más bien con la consigna que les metía Hiroshi sobre él. Una persona desagradable para tratar. En una palabra, no lo querían, aún a pesar de que no lo habían tratado ni un solo minuto.
En cambio, la historia cambiaba cuando de profesores se trataba, Tatsuya era un estudiante modelo para ellos, era el primero en todas y cada una de las actividades del colegio, su promedio se ponían a nivel nacional como uno de los mejores. Mayor razón para ser odiado por Hiroshi, quien se encontraba en tres niveles por debajo de su hermano.
Al salir del edificio, se dirigió al lugar donde siempre solía pasarlo mejor. Era el lugar más solitario del colegio y mas alejado de los edificios.
―Al fin, un poco de silencio y tranquilidad― murmuró al momento de recostarse sobre un árbol, dando así, la espalda a los grandes ventanales que eran cubiertos por aquel conjunto de árboles por los que era rodeado.
― Así que aquí estabas― se escuchó a un costado de él.
Al momento abrió su hermosa mirada para observar a un conjunto de chicos, cuatro para ser exactos. Todos mayores que él. Entonces frunció el seño, no tenía buena pinta la situación puesto que no se atrevían a hablarle a los chicos de grado menor. Lo único que sabía era que su hermano no los habría mandado puesto que él no se metería en problemas con ellos, por lo tanto, este asunto era muy independiente al problema con Hiroshi.
― ¿Qué quieren? ― mencionó cortante y frío como de costumbre.
No obstante, esa contestación le valió una respuesta brusca al momento de levantarse. Un chico pelirrojo lo tomó por el cuello del uniforme, y fue claro que el otro era más alto que él puesto que al chocarlo contra el árbol a sus espaldas, Tatsuya se vio imposibilitado de tocar el piso.
― ¿Te crees que puedes hablarnos con altanería?― mencionó con burla y prepotencia marcada en su voz.
El dolor en su espalda era evidente, había sido brusca esa acción y tuvo que cerrar los ojos debido al golpe en su espalda y cabeza.
―Yo no les he hecho nada― mencionó en su defensa, quería irse de inmediato de ese lugar y así, alejarse del problema.
―no, nos has hecho nada malo pero…― se detuvo un momento para observarlo. Tatsuya de inmediato comprendió de que se trataba el asunto al momento de entreabrir uno de sus castaños ojos.
Empezó a forcejear, tratando de quitar las manos, que ya lo empezaban a asquear, de aquel sujeto mas solo logró hacer más fuerte la presión ―… Te has conseguido un hermoso trabajo para nosotros ― mencionó finalmente al momento que el resto, entre risas de burla y lujuria en su mirada empezaron acercarse a él.
―Déjenme en paz, yo no quiero nada que ver con ustedes― asustado. Esa era la palabra. Era de tontos no darse cuenta de lo que querían los superiores. Lo habían empezado a acosar otros estudiantes que no lograban su objetivo puesto que siempre lograba escabullirse al encontrar un profesor o alguien más cerca.
No obstante, en esta ocasión la situación había cambiado. Se había alejado demasiado y ese, había sido su propio error. Ahora solo podía tener miedo, era más débil que ellos y esa desventaja la aprovecharon.
―Vamos a divertirnos un rato contigo… así que, por favor, se amable tu también― mencionó un chico de cabellos rubios.
―Que bien huele tu cuello― divertido y excitado, el pelirrojo no aguantó, enterró la cabeza en aquel delgado cuello que empezó a lamer y morder con desesperación. En tanto, los demás empezaban por repartir caricias por el resto del cuerpo.
Sentía todas las manos sobre él. Su desesperación aumentaba cada vez más. No lo quería, no quería que sucediera. Impotencia. La palabra correcta para él. Volvía a pensar una vez más en el curso de su vida, sufrimiento y dolor. Las lágrimas traicioneras volvieron a salir, ahora por la situación tan diferente que vivía.
―!No, por favor… Déjame en paz!― Gritó con desesperación, con la voz rota de miedo.
No podía más que mirar como su pantalón era arrancado por ambos pelinegros, su camisa escolar quitada por el rubio y su cuello siendo devorado por aquel pelirrojo. ¿Qué tenía o que había hecho para que su vida fuera odio y sufrimiento puro? No lo sabía pero la desdicha lo estaba consumiendo.
El rubio mientras tanto, empezó a besar, lamer y succionar los pezones de Tatsuya, con saña y con diversión al tiempo que observaba desde su posición el rostro de aquel niño.
Desde hace tiempo habían intentado acercarse a él para pasar un rato divertido con él, sin embargo, las constantes huidas del chico habían interrumpido aquel objetivo que ahora podrían cumplir.
Ambos pelinegros, después de despojarlo de sus prendas inferiores, empezaron con su trabajo en la parte inferior. El de mirada clara, empezó acariciando las ingles del chico, maravillado por aquella fina y delgada cintura.
Sus piernas largas y bien formadas fueron el centro de atracción del otro pelinegro cuya mirada se asemejaba a la de un hermoso rubí, empezó a acariciar pasando su lengua desde el muslo hasta llegar a aquel firme, redondo y bien formado trasero.
El pelirrojo mientras tanto, bajo para hacer compañía al rubio, tomando el otro pezón hasta que lograron dejarlo sensible. Fue entonces que lo escuchó. Tatsuya, inconsciente de lo que hacía, empezó corresponder a aquellas con gemidos bastante eróticos para los oídos de aquel grupo. Sonrió, ya había cedido.
A pesar de esto, su mente se rehusaba a aceptar lo que su cuerpo empezó a pedir a gritos. Sentir aquellas lenguas en su cuerpo le daba repulsión. Sentía que en cualquier momento desfallecería en los brazos de aquellos que maltrataban su cuerpo. Al menos su mente y alma, así lo pensaban.
De un momento a otro, no supo cuando ya estaba estirado en el pasto, con la espalda en el suelo y las caderas levantadas. Desnudo, con dos penes en sus manos, con otra más en su boca y con una lengua acompañada por los dedos del pelirrojo en su ano. Su cuerpo se movía solo, al ritmo marcado por aquel grupo de chicos.
Ellos simplemente sonrieron, era una imagen realmente excitante ver a Tatsuya Inao en esa situación, moviendo sus labios alrededor de aquel miembro, sus manos moviéndose con el mismo ritmo y al tiempo. Con los sonidos tan eróticos que producía.
El pelirrojo no aguantó, su miembro iba a explotar si no lo penetraba en ese mismo momento. Separó su boca y dedos de aquel lugar prohibido para cualquiera, descendió las caderas del chico y sin pensarlo dos veces, lo penetró de una estocada.
Tatsuya sintió como su alma era partida en dos, el dolor tanto físico como emocional fueron al suelo, de igual modo, su mente se encerró en una oscuridad terrible. A partir de ese momento ya no sintió absolutamente nada.
Su cuerpo era manejado al antojo de ellos, ultrajado. Y él no era capaz de reaccionar. Era como si el castaño hubiera encerrado su mente en la habitación más oscura y alejada de la mansión. Como cuando era un niño y se la pasaba llorando a escondidas para que sus padres no le gritaran.
No sintió cuando lo penetraron tres veces más, ni cuando el tiempo transcurrió de forma rápida. Solo supo que le dejaron cuando lo vistieron rápidamente. Fue entonces que se encogió. Rodeó sus piernas con sus brazos, igual de magullados que el resto de su cuerpo.
―Gracias por la diversión― se burló el pelirrojo, con aquella sonrisa prepotente llena de superioridad.
―Después te buscamos para que nos sigas atendiendo― terminó por decir el rubio, seguido de risas burlonas al tiempo que se marchaban.
―Maldita sea― susurró en un hilo de voz ―¿Por qué? ― rompió en llanto abrazando fuertemente su cuerpo, sintiendo su uniforme empaparse por la sangre que corría entre sus piernas y trasero.
1
Pasaron horas desde aquella violación, porque eso había sido, no quería que pasara… más aquellos desgraciados, como los llamó en aquella agonía física y mental, no hicieron más que ir en contra de sus deseos.
Habían pasado todas las clases y la escuela estaba prácticamente sola. Sabiendo esto, se levantó con pesadez, y con dificultad se dirigió a la salida del colegio con su mochila agarrada en su mano izquierda.
Al salir a la calle, sentía aquellas miradas de asombro y asquerosidad por su aspecto, mas a Tatsuya le era indiferente. Solo quería llegar a casa y bañarse para quitarse la suciedad que pudiera del cuerpo. Al menos la visible, porque por dentro, ya le habían ensuciado el alma.
Con pasos lentos y torpes, el recorrido lo tomó en tren, sabía de sobra que nadie vendría por él pues lo hacían desde hace 3 años. Desde que cumpliera diez años, sus padres eran aún más indiferentes con él, no obstante, su hermano seguía molestando.
En este tiempo transcurrido, Tatsuya había formado un caparazón, desde la partida de Ian, el castaño no había dejado entrar a nadie más. Solo su nana tenía ese acceso privilegiado, un lugar que no quería que ocupara nadie más, porque cuando le abrió su corazón a Ian, éste lo había abandonado.
Levantó la vista, el lugar donde vivía, una zona abarrotada por aquellas personas de dinero que no hacían más que desperdiciar sus vidas en cosas materiales, en observar a las personas por conveniencia, tenías dinero y buena posición económica, era punto fijo para que fueras una amistad. Que asqueroso. Pensaba.
Con mirada perdida, caminó por aquellas calles desiertas aún. Apurando el paso para que no lo vieran, ya sabía en qué problemas se podía meter si lo descubría la comunidad que lo rodeaba.
Entró a aquella mansión que solo observaba como un lugar a donde dormir. Dirigió sus pasos a aquella casita. Pequeña, separada de la mansión. Bonita porque él había logrado ganar el dinero suficiente para que pareciera algo más decente a como se la habían dado hace dos años. En ruinas.
Abrió su pequeño hogar, amueblado solo con una cama individual, una pequeña cocina y una mesa. Su pequeña laptop y no podía faltar una pequeña televisión. Sumado a una cajonera que había logrado hacer con tablas que le habían regalado en los empleos parciales que conseguía. Todo eso con mucho esfuerzo.
Se dirigió a su pequeño cuarto de baño. Al menos se habían tomado la molestia de hacer un baño con inodoro, regadera y bañera. Era lo único que habían hecho por esa casita que al principio parecía que se caería en ruinas.
Abrió el grifo de la bañera al tiempo que se dirigía a la regadera para dejar salir el agua caliente. Poco a poco, con movimientos lentos y pasmosos. Adolorido de su trasero. De sus brazos, de sus piernas. Pero sobre todo, de su alma. Aquella que quedó marcada con un golpe difícil de superar.
Se metió dentro del corro de agua, tomando el jabón empezó a tallar su cuerpo con fuerza. Dejando roja cada zona por la que pasaba. Tratando de quitar cada huella visible que pudiera existir de aquellos sujetos.
Desde ya mucho tiempo había querido que su primera vez fuera con un hombre. Sin embargo, no la quería de la manera en la que se vio. Detestable, horroroso y sucio. Así se veía.
Cuando terminó, sus pasos se dirigieron hacia aquella bañera chorreante de agua. Cerró el grifo y se introdujo en él. Encogió sus piernas y las abrazó contra su pecho. Solo entonces, se permitió llorar, una vez más desde hace ya mucho tiempo que no lo hacía.
2
Había salido del baño después de haber terminado de bañar. Lo único que hizo, fue secarse el cuerpo, tallando hasta dejarlo rojo y ponerse su pijama. Después, solo se acostó tapando su cuerpo con aquellas finas y acogedoras cobijas que poseía aquel colchón suave y cómodo.
No obstante, el sueño le tardó bastante tiempo en llegar, pues cada vez que cerraba los ojos, su mente regresaba para mostrarle aquellas desagradables imágenes.
Su nana, en ese tiempo había ido a traerle un poco de alimentos. Más sin embargo, con una sonrisa agradable y cansada, se negaba a comer. Gestos que la querida anciana aceptaba pues no mostraba signo alguno de tristeza o violencia.
Solo fue cuestión de horas para que su estomago rugiera, entonces fue que tomó la decisión de únicamente tomar la leche que había dejado su nana sobre la mesa. Lo bebió despacio, con aquel temor de que fuera a regresar su contenido.
Tomando asiento en su cama, su mente volvió a viajar. ¿Qué iba a pasar cuando se los volviera a ver al día siguiente? Tendría que tener más cuidado de no andar en lugares solitarios. Porque seguramente le harían lo mismo.
Con ese pensamiento, con cansancio tanto físico como mental. Volvió a su cama para poder dormir y recuperar su fuerza de voluntad que hasta ahora lo habían sacado adelante.
3
Habían pasado un par de semanas desde lo ocurrido, hasta ahora los había logrado esquivar pero notaba cada vez más la persecución que había tras él. Esta situación lo estaba molestando, no entendía porque, precisamente, tenía que ser él, Tatsuya Inao, el que fuera acosado de esa manera.
―Esto me está molestando― pensaba al momento de ver, a lo lejos, su lugar favorito ocupado por ese grupo de violadores, como ya los consideraba.
Rodó la vista molesto y se dio la vuelta para dirigirse a los baños. Sin embargo, más tardó en llegar, que cuando ya los tenía dentro junto a él. Lo único que sintió fue cuando sostuvieron su cadera, apresando, al mismo tiempo, sus brazos.
Sobresaltado por lo sorpresivo solo pudo gritar ―¡Ya déjenme de mol… mmhh!― intentó decir, más el pelirrojo le alcanzó a tapar la boca en el momento justo. Antes de que alguien más escuchara al castaño.
―Mejor guarda silencio belleza, no queremos ser malos contigo― advirtió con una sonrisa llena de prepotencia el chico susurrando junto a su oído.
―Solo queremos divertirnos un rato, hace mucho que no podemos estar junto a ti… siempre nos esquivas― el rubio se detuvo enfrente de Tatsuya tomándolo por debajo de las rodillas.
Tatsuya se empezó a mover, tratando de librar sus piernas de las fuertes manos del rubio. Mas fue imposible. Nuevamente empezó. Aquel infierno que no quería vivir. Al momento, se vio introducido a un cubículo, el rubio tomó asiento en el inodoro con él en sus piernas y el rubio parado enfrente de ellos.
Pero a diferencia de la ocasión pasada, esta vez empezaron gentiles. Habían cambiado la táctica. La ocasión anterior, habían sido cuatro, cuatro sujetos que lo trataron como un prostituto, pero ahora eran solo ellos dos, siendo gentiles en sus toques, en la manera en que lo desnudaban y en la forma de estimular su cuerpo a pesar de que su mente aún luchaba contra todo.
El pelirrojo empezó a besar, lamer y chupar su níveo y delgado cuello mientras que el rubio, gentil y aún con sus protestas y movimientos, hacía lo mismo con el otro lado del mismo, al tiempo que desabrochaba su sudadera y camisa escolar.
Aquel torso descubierto, ahora repuesto de aquella vez, fue el blanco del rubio ―Hermoso… como la otra vez― susurró con una mirada cargada de pasión y deseo. Lentamente se acercó para comenzar a lamer uno de sus pezones y pellizcar el otro con una de sus manos.
El sobresalto fue inevitable, su cuerpo se estremeció provocando que abriera en demasía sus orbes castañas ―“No quiero…”― comenzó a pensar, mas su cuerpo empezó a reaccionar al buen trato de ellos.
La otra mano del rubio empezó a viajar por el costado de su cuerpo, pasando por su cadera hasta llegar a su muslo. Por otro lado, el pelirrojo cansado de tener las manos alrededor de Tatsuya, empezó a moverlas por las caderas del chico dejando una mano en el vientre y la otra comenzó a acariciar su miembro por encima de los pantalones.
Fue entonces que Tatsuya perdió. Su mente comenzó a quedarse en blanco mientras que de su boca, en pequeños susurros casi inaudibles, los gemidos empezaron a aflorar.
―Así te gusta más que a la fuerza… ¿verdad?― susurró en su oído el pelirrojo para después pasar su lengua en un recorrido que llegó hasta su cuello nuevamente.
No podía detenerlo, esto sí le empezó a gustar. Pero se preguntaba en su agonía, el por qué su cuerpo reacciono tan diferente ahora que la vez anterior. Ahora su cuerpo reaccionaba a las suaves y sugerentes caricias de ellos dos. Su cuerpo era estimulado hasta el punto en que no pudo evitar tomar los hombros del rubio que seguía en su trabajo de estimular su torso.
Entonces sintió el despojo de su ropa inferior, pantalones y bóxers eran deslizados por su cuerpo y el rubio fue a atacar con suavidad y lujuria su miembro. Abrió la boca, tratando de ahogar los gritos de pasión que intentaban salir por ella.
Lamió, pasó sus labios por el rededor de aquel miembro erecto. Solo cuando estuvo completamente desesperado el castaño. El rubio introdujo en su boca aquel pedazo de carne. El grito no pudo esperar, se le salió a medias porque el pelirrojo le cubrió la boca con la suya.
Tatsuya sintió los dedos del otro pasear por su trasero, buscar su entrada y cuando la encontraron, se introdujeron dentro. El placer era inmenso. Su cuerpo siento ultrajado ahora de manera tan deliciosa por aquellos que la vez anterior lo habían violentado. Su miembro siendo devorado por otra boca. Aquellos dedos abriendo y estimulando de forma suave su ano. Su cuerpo cubierto por una capa de sudor, completamente desnudo frente aquellos dos.
Fue ultrajado ahora por el miembro del pelirrojo, entrando con una facilidad debido al tremendo placer que corría por el cuerpo de Tatsuya.
Perdieron la noción del tiempo. El trío estaba cubierto de placer y lujuria. No podían parar. Solo lo hicieron cuando el clímax llegó en un orgasmo delicioso. Trataron de recuperar el aliento. El pelirrojo abrazando con fuerza el cuerpo debilitado de Tatsuya. El rubio recargado en el pecho acelerado del castaño.
Cuando el rubio recupero el aliento, limpió y vistió el cuerpo de Tatsuya al momento de susurrarle las palabras que marcarían su vida ―Ahora eres nuestro, de nadie más― mencionó sonriente, con deseo.
Tatsuya no contestó, solo pensó en lo que había ocurrido, dejándose hacer. Ahora la pregunta era, qué iba a pasar de ahora en adelante. Este momento sí le había gustado. Su cuerpo explotó en gozo y pasión, lujuria y deseo.
―¿Te quedarás con nosotros?― pregunto el pelirrojo por detrás.
Ya no lo pensó ―Si― fue la respuesta. Si esto iba a pasar de todas maneras, entonces que fuera como en ese momento. Esta afirmación, volvería a cambiar su vida una vez más.
4
2005 Osaka, Japón
El tiempo no perdona a nadie, pasa con tanta rapidez que no das cuenta de tus acciones. A partir de ese día, Tatsuya volvió a cambiar. Su vida se convirtió en el vivir del sexo, alcohol y fiestas. Había pasado ya tres años y no veía como salir de ahí, eso es lo que pensaba su alma, buscar una salida de escape. En cambio, su mente y su cuerpo empezaron a disfrutar de esos momentos. Un escape perfecto a la soledad que encontraba cuando iba a “casa”.
Pero tampoco se perdona el cotilleo. Los rumores empezaron a correr por la escuela, por el vecindario y por supuesto, todas llegaron a oídos de Hiroshi Inao. Con sonrisa prepotente y victoriosa, saboreó su victoria dentro de su habitación.
―Te tengo… Her-ma-ni-to― su risa llena de maldad se escuchó por toda la habitación. Ahora que tenía el As bajo la manga, era momento de mover las cartas. Era momento de tener donde quería a Tatsuya.
Entonces se dirigió al pequeño lugar donde vivía el castaño y tocó. Cuando Tatsuya abrió la puerta, este solo rodó los ojos en gesto de molestia evidente.
―¿Qué es lo que quieres? ― molesto. Esa era la palabra, estaba preparado para salir nuevamente, como todas las noches de viernes, y se tenía que entrometer Hiroshi.
―Hablar― fue lo único que mencionó sin quitar esa sonrisa de superioridad.
A Tatsuya no le quedó otra opción que hacerse a un lado, dejando pasar a Hiroshi que solo se detuvo cuando su hermano cerró la puerta. Y lo sorprendió.
―Vas a hacer lo que yo te diga… ― hizo una pequeña pausa solo para voltear a verlo ―Si no quieres que le diga a papá todo lo que haces por las noches… ― termino diciendo con superioridad.
La vista de Tatsuya se abrió asustada. Su hermano se había enterado de aquellos momentos, aunque no le sorprendía que se hubiese enterado, lo que le sorprendía y se preguntaba era el cómo se enterado. Había sido cuidadoso en ese entorno, pero parecía que lo seguía, parecía que lo quería destruir.
―No quiero― fue lo único que dijo. Su orgullo antes que rendirse frente a él. No lo iba a permitir.

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